miércoles, 9 de julio de 2008

9 de julio, agrio como naranja de plaza



EL sol fue lo único cálido, en un día que nos dejó helados a mis amigos y a mí. La plaza Independencia semi vallada. La 24 cortada con rejas y con unos hombrecitos flúo, la 9 de julio también. De un lado, en la esquina de La Pizzada, un grupo de personas querían pasar para ir a misa, en la iglesia Catedral; la policía no los dejaba. Gritaban un poco los feligreses. Desde la plaza -donde, dicen, estaba la gente que había traído un tal Mansilla "por las dudas"-, cruzaron algunos para que no se lo notara desde la calle al grupo que quería ir a la misa.
Ahí ya se pone triste la cosa. Los taparon y pasó el desfile militar. La gente de Mansilla aplaudió, y sin darse cuenta protegió al rezo de la burla que era todo eso que pasaba sobre la 25 de mayo. Los taparon y pasaron los ministros, el gobernador, los ejecutivos. Los taparon, pero ellos rezaban igual, en círculo, detrás de la valla, tapados, como en la cárcel rezaban "Padre nuestro que estás en el cielo". Detrás de la celda, como en la cárcel siguieron rezando.
Detrás de la valla de la 9 de Julio había tres jubilados. Una jubilada abanderada, los otros llevaban las bandas de escoltas. Tenían -y seguro que todavía tienen- colgada en el cuello la denuncia contra una de las tantas verguenzas de esta provincia: el cartelito del %82 móvil. Querían cantar el Himno Nacional en el monumento a la Libertad. No los dejaban, valla de por medio.Pedían que los dejaran, que querían homenajear a la Patria. No los dejaban. Gritaban con voz cansada pero firme: "viva la Patria". Los policías, inconmovibles.
Una de las señoras se preocupaba porque una de sus compañeras estaba en el otro vallado, cerca de los que rezaban. Le ofrecí ir a decirle a su amiga que ellas estaban sobre la 24 e intentar que la dejaran pasar para que no diera toda la vuelta (cuatro cuadras al pedo tenía que caminar la jubilada de ochenta años). Me indicó cuál era la señora. Fui. La viejita estaba paradita sola, cerquita de la valla, inquieta por no encontrar a los suyos. Le dije que su grupo estaba del otro lado, en el otro corte al acceso a la plaza. Estaba vestida con una campera roja y en la mano una bolsa de mercado vacía, de esas que ya usan solamente las abuelas. Tiene el pelo blanco y la cara con ríos de arrugas. Se entristeció, no la dejaben pasar. Le pedí al policía que le permitiera cruzar, que si quería yo la acompañaba. Me dijo que hablara con el jefe. Fui. EL tipo accedió, "pero que un policía vaya con ella". El jefe pensaba: "la vieja ésta con cara arrugada es una francotiradora contratada por los del campo para pasar a degüello a alguno".
La viejita se juntó con sus compañeros. Pero siguió detrás de una valla. Continuaron con el canto y con la protesta. No dejaron de lado su objetivo: homenajear a la Patria. Decían que trabajaron toda la vida por estas tierras, "para que nuestros hijos tengan un pais mejor". Querían agradecer, por más que la patria les ponga vallas por todas partes. Dan ganas de llorar.
Algunos curiosos comenzaron a acercarse, para ver qué pasaba. Los medios se acercaron. Un abogado, Paez, los calmaba a los ancianos mientras buscaba la manera de que los dejaran llegar hasta la plaza. En eso pasó un funcionario vestido como de luto -parece que lo que se le murió es la vergüenza-. Gritó burlándose "¿Qué no los dejan pasar a los viejos?", bestia que se merece un cascote en la nuca, pobre su madre.
Algunos diarios y la tv se acercaron a escuchar y a ver. Hicieron notas, los medios de un lado de la valla y los jubilados del otro. El abogado consiguió que les liberaran el paso. Los curiosos aplaudimos un poco, era para admirarlos, tan solemnes con las banderas y el himno, sencillos y frágiles. Por fin caminaron hasta el centro de la plaza, los que antes rezaban también pudieron pasar. Los jubilados, acompañados por más gente, cantaron el himno. Caminaron lerdos y tranquilos, sin forzar nada. Hicieron su homenaje. Aman a la patria, por más que los traten tan mal.
Con mis amigos dejamos atrás la plaza que tiene unos naranjos que sorprenderían a cualquier presidente venezolano. Son agrias, señor.
Enojados, con ganas de llorar, tomamos café.
Un asco todo, una burla oficial. Dan ganas de llorar.

Continuó en el hipódromo...