-Amigo, disculpá pero me estás taladrando las neuronas. Tengo puestos los auriculares con mi música y no la escucho porque la de ustedes la tapa.
-Deje, saquesé los auriculares nomás, que ya le ponemos música nosotros.
El changuito me respondió tan naturalmente, que yo para mis adentros pensé en la inigualable frase de Maradona. Aunque no quede muy bonito, sí, la tenía adentro.
Justo cuando iba camino a Tafí Viejo en el 131, se había subido un grupo de unos 14 chicos y chicas alborotados, quizás por la edad. Invadieron el ómnibus y, por supuesto, sus celulares musicalizaron el trayecto. Yo, que iba con mi música, no podía escuchar mi propia selección de canciones porque entre reggaeton y el tracatracarataatra de la cumbia villera, lo que yo escuchaba quedó en un susurro imperceptible. Mi embole iba en aumento, junto con el volumen de ellos.
Entonces, me decidí. Lo encaré al changuito que me apuntaba con su teléfono a la nuca y le dije que no podía escuchar mi música porque la de ellos estaba muy fuerte (dos canciones distintas que sonaban al mismo tiempo a un volumen igual de alto) .
Ante mi reclamo, el muchacho, muy educadamente, me calló la boca: “Deje, saquesé los auriculares nomás, que ya le ponemos música nosotros”. Yo hubiese preferido una grosería, una falta de respeto o algo así. Pero de ninguna manera un gesto de solidaridad de ese tipo; jamás un querer compartir. Entonces, resignada, me saqué los auriculares, me tragué amargamente que creyera que estaba tan vieja que merecía ser tratada de usted, y escuché de su música durante lo que duró mi viaje. Afortunadamente, a un volumen más bajo y una sola canción, en vez de las dos que sonaban simultáneamente en un primer momento.
Mientras me instruía en el camino a las fiestas patronales de Tafí Viejo acerca de los más recientes éxitos de La RePandilla, Daddy Yankee, Mc Caco y La Liga, descucbrí que estos jóvenes, lo único que hacen es compartir sus canciones con el resto de la humanidad. ¿Y qué hacemos nosotros? Decimos que la juventud está pérdida. Fácil.
Pero ante esta respuesta, me he replanteado el asunto y ya no considero que andar expulsando ondas sonoras por la vida sea una falta de respeto. Por eso, he decidido conseguir uno de esos parlantecitos para enchufar al celular. Además, he comenzado a hacer una selección de música que a mí me gustaría compartir con ellos, para que el intercambio sea más justo. La próxima, voy a llevar a Charly García, a Gieco, a los Tucu Tucu, a Sabina, algo de Pink Floyd, o por una un poco de jazz, cosa de decir: "dejá, apagá el altavoz que esta vez pongo la música yo".