miércoles, 3 de septiembre de 2008

El día en el que nada cambió (o eso nos pareció)

Son sensaciones contradictorias las que me ganaron el jueves pasado, en el tan mentado final del "juicio histórico" a los genocidas Bussi y Menéndez.
Fui a la Crisóstomo y Chacabuco a encontrarme con unas amigas para escuchar la sentencia en la que esperábamos que al querido general de muchos tucumanos lo mandaran preso a Villa Urquiza. Esperábamos sinceramente eso, hasta lo creíamos. Saltamos y cantamos en contra de ellos, como muchos otros chicos -algunos militantes, otros, como nosotras, sólo antigenocidas-. Estábamos optimistas mientras pensábamos que, en serio, algo iba a cambiar. Cuando dijeron que no, que la cosa quedaba en suspenso, que el general se quedaba a dormir en el country de Yerba Buena por tiempo indefinido, la bronca y la violencia invadió todo. Volaron piedras de un lado y y gases a rolete del otro. Las cuadras que rodeaban el lugar estaban imposibles entre el humo, la impotencia, la bronca y el odio que se mezclaban para dejar varios ojos rojos.
Me desencontré con mis amigas un rato, ellas corrieron para un lado y yo para el otro. Por suerte ninguna salió muy golpeada. Sólo con los ojos irritados y con el pecho ardido por el simpático gas que tiraron los señores gendarmes en respuesta a las no menos amigables piedras que tiraron algunos militantes para contestar el agradable y tibio fallo que le permite a un asesino volver a su casa a dormir cómodo en una residencia lujosa en Yerba Buena.Por más de que no tiramos piedras, lo legal no nos sonó a justo. Cuando nos reencontramos con mis amigas, después de un rato, caímos en la cuenta de que era demasiado esperar lo que esperábamos. Y terminamos por entender que la aplicación de las leyes no siempre es justa; no, no puede ser justo que un asesino que torturó, mató, quitó cualquier marco de garantías a la población, desapareció inocentes, llevó a su máximo nivel la violencia de la que es capaz el hombre en contra de otros de su misma clase, sea castigado con "detención domiciliaria" porque está viejito, pobre.
Más nos cuesta entender cómo puede haber gente que lo apoye, que lo tenga como a un soldado de la patria, como un héroe juzgado injustamente por "un gobierno montonero". Los montoneros no quitan peso a la responsabilidad que tenía el Estado de cuidar a su pueblo. Los excesos comentidos por los Montoneros o los de la guerrilla (que según Vilas ya estaba controlada en el 75) no justifican las aberraciones que cometieron durante la dictadura en contra de todo el que podía pensar distinto y jugarse por eso en lo que pensaba -y no hablo de montoneros-. Mataron a estudiantes, mujeres embarazadas, robaron criaturas a las que les negaron el derecho a la identidad..."Pero el general tenía linda la ciudad y había más seguridad", dicen algunos que lo apoyan. "Si esto era una guerra", argumentan otros. Si fue una guerra: ¿dónde quedaron los códigos de honor, el trato humano a los prisioneros, las bajas de los dos lados?. No hubo, me parece. Qué decir del "algo habrá hecho"... Sí señora, quizás lo que hizo fue pensar distinto.
Al final volvimos pensando en que tanto lío para nada. Lo queríamos saber en el penal deVilla Urquiza y no en su country. Fue el día histórico en el que nada cambió... Aunque nos despedimos pensando en que todavía no está firme la sentencia. " Sí, por ahí lo terminan mandando". "Sí, habrá que esperar, ojalá que aguante vivo mucho más y llegue hasta ahí"."Ojalá".