viernes, 16 de enero de 2009

Una porrera rehabilitada dice que la María causa paranoia‏

Luego de recibir amenazas en su celular la joven porrera dejó el hábito de fumarse un fasito de vez en cuando. La paranoia que le generó un mensaje de texto que rezaba "Hola drogadicta, te voy a denunciar", le hizo tirar 10 finos por el inodoro. Miedo a la cárcel. "Si es que vuelvo, sólo volveré a fumar en febrero, cuando la depenalicen. Ahota voy a andar limpia", dijo.

En la madrugada del viernes, M. (por razones de seguridad no se publica el nombre), recibió extraños llamados a su celular, de números desconocidos para ella. Debido a que estaba extenuada por una larga jornada laboral y porque ese día había hecho ejercicio, no llegó a atender. Cuando llamó al número que quedó registrado, minutos después de las llamadas, no había nadie que contestara.
Aproximadamente a las 9 de la mañana recibió un mensaje de texto en el que la amenazaban con denunciarla ante la policía debido a una supuesta dependencia hacia las drogas. Al leer el mensaje trató de comunicarse al número, mas el celular desde el que habían enviado el texto estaba apagado. "Me puse loca, tiré todos los lillos que tenía, le revisé las cosas a mi compañera de departamento para asegurarme que no quedara más maconhia en la casa e hice volar todo por las cañerías", sostuvo la joven, que aún estaba consternada.
" También hice que un amigo entendido en el tema de las drogas me llamara para asesorarme. No sabía qué hacer, no quiero fumar nunca más. Tengo miedo de la policía, de que me hayan intervenido la línea -de teléfono-", aseguró la joven que se movía, paranoica, fichando si algún cana la venía a detener.
"Yo pensaba que le había pasado algo a un amigo, que el jueves por la noche había ido a comprar yerba. Tenía miedo, pero por suerte, cuando lo llamé después de recibir ese mensaje, su mamá me dijo que él estaba durmiendo y que no lo podía despertar. Fue un alivio saber que él estaba bien", relató.
" Tengo un bajón increíble, no de hambre, sino de miedo. Es una pena que uno ande escondiéndose así, como un criminal. Ojalá esto se terminé pronto", reflexionó, con la voz que le salía entrecortada. "Ahora voy a ver qué pasa, espero que sólo haya sido una broma de muy mal gusto de algún imbécil que anda suelto", finalizó espectante.

jueves, 15 de enero de 2009

Caisén y vaisén

Definitivamente los hombres no aprenden algunas cosas. Estaban abrazados y le disparó al riñón sin sutilezas: "¿Qué estás más gorda? No quiero que te pongás gorda". Se le clavaron las palabras en los flotadores, mientras él los amasaba haciendo notar que habían crecido. Tuvo ganas de decirle: "no, no es que esté más gorda, es que el mundo cada día está más chico", pero se quedó callada. Se sentía un hipopótamo en tutú, digno de Fantasía, pero con menos agilidad. Después quiso tocarle la panzota y ella esquivó "¿qué te pasa? -dijo con total impunidad-". "No, nada. Estoy tímida". No se animó a decirle que no había necesidad de decirle gorda. No se animó a decirle que ella tiene un espejo y se mira, que conoce su cuerpo y sabe cuando los porrones se le van a la retaguardia (¡las mujeres sabemos cuando engordamos, la crueldad, hombres, está de más! Entre nosotras nos podemos reír, pero no con ustedes ¿Ok?)
Sin embargo, ella sabe que desde que se fue su compañera de departamento no cocina y le da duro al pote familiar de Grido y se siente en el cielo, ya que no se va de vacaciones. Ahora se pregunta...¿Ellos no saben que esas cosas no se dicen?. ¿No tuvieron madres, hermanas, primas, hijas? Después de haber evolucionado tanto ¿no aprendieron que hay palabras prohibidas?.
No, no aprendieron y las dicen con total impunidad. ¡Sepan que esas cosas duelen! No pedimos que entiendan a las mujeres, que si el cocainomano de Freud no pudo...¡pero al menos sepan callarse! En fin, la chica se puso una remera bien ancha para disimular los salvavidas que, desde aquellas palabras, la hacen flotar más que a una ballena. Y sumó a las metas del año nuevo un punto más: *Cambiar el porrón por Coca Light...¡Con fernet!.