domingo, 12 de abril de 2009

El Abasto desde un costado (por alguien que no fue zorra, pero que está domesticada)

En la Llave había unas 30 personas desperramadas entre las fotos de Bolivia. Mis amigos se avivaron antes y se fueron a José Cuervo. Yo me quedé conversando con un amigo -y cómo me lamenté-, al que en un momento le dio la 220 y me dejó hablando sola, se perdió en el vacío (en serio). Tipo 3.30 enfilé con mi vaso de medio litro lleno de birra para los bares y boliches del Abasto. Llegué a una esquina, ahí donde está La Rosa -ese que tiene una pantalla gigante afuera que te muestra imágenes de la Mona en algún recital en vivo-. Justo ahí está el puestito de doña Aída, que todavía putea cuando se acuerda del crimen de la Lebbos. "cómo se vendía antes de eso", repite mientras algún bajonero se le acerca para comprar un chori EN PAN SANGUCHERO.
Al rato empiezan a circular los ratis del Comando Radioeléctrico y una se pregunta si en serio hace falta gente armada para desalojar un boliche, todos los fines de semana, siempre igual.
La esquina está cómoda porque hay unos escalones para sentarse, la cana, muy encargada de vaciar locales, ni se fija si estás es una esquina tomando un porrón mientras te terminás el sanguchan. Es más importante ser la patrulla antidiversión.
Se los ve apurados y le meten bocina a lo loco, cosa que los tacheros levanten a los chicos rápido y se los lleven a algún after del sábado en quién sabe dónde-porque, me acabo de dar cuenta, la cara de uno ya no es de las más chicas en el lugar-. Y el asunto es así: ya me vuelvo a la casa a las 4. Me han domesticado contra todos los pronósticos y creo que hasta mi madre esta desilusionada de tan poca batalla que di. Pero qué se le va a hacer, dicen qu el tiempo pasa y una se va poniendo tecno. Me voy a buscar mi juventud, divino tesoro, en algún recuerdo de La Zona o del Aleph, que para el Abasto ya estoy grande.

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