jueves, 30 de abril de 2009

La mala palabra (para la señorita)

"Agüelo", escuchó. La palabra le dibujó una sonrisita maliciosa y le vino a la cabeza el tercer grado. ¡Qué bruja la señorita Estela!, daba miedo a veces. Y pensar que si ahora escuchase un “¡agüelo!” quizás se acordaría de ella. Porque, para que sepan, la palabra sí existe, o existía hace tiempo.
El asunto es que sí es o era una palabra, porque figuraba en el diccionario que es algo así como la constitución del idioma.
En el tercer grado de ese colegio de monjas, una de las tareas para la casa consistía en la búsqueda de palabras con sonidos difíciles (con “br”, “gr”, “gue”, “gui” y, obvio, con “güe”). Un día le pidieron cinco palabras con “güe.”. Justo cuando la alumna comenzaba a desesperarse, la tía María Luisa le sopló por lo bajo: “agüelo”. La nena puso cara de “la señorita me va a mandar al carajo”. La tía entendió y, antes de un pío, le alcanzó un mataburros encanecido y le señaló la palabra.
Sí, agüelo existía con todas las formalidades. Felicidad. La tía era una ídola. Ya estaba concluida la fuckin' tarea para la casa.
Al día siguiente, cuando la señorita pidió los cuadernos, la chiquita se acercó con su guardapolvo celeste, almidonado y descompuesto y dejó, orgullosa, el Rivadavia de tapas duras y azules.
Por fin le devolvieron la tarea, pero cuando lo abrió se encontró con un miserable “MB”. La palabra “agüelo” estaba tachada y arriba decía “ABUELO” (la lapicera frenó antes de que escribiera “¡bestia!”). Qué desilusión. Si no estaba mal lo de agüelo. Esa era una cruz roja sobre su orgullo.
Durante esa tarde, la señorita Estela (gran confiscadora de juguitos Cootam y de chicles) pidió a sus alumnos que por segunda vez hicieran la tarea de buscar palabras con “güe”.
La enana llegó a la casa de su papá con las cejas hundidas hacia abajo por la bronca. Su padre le preguntó qué le había pasado y ella estiró el cuaderno. “¡Cómo serás de burra!”, dijo el progenitor, “es abuelo, no agüelo”.
Ahí fue cuando, en plena batalla, la criatura desafió: “a ver, veamos en el diccionario”; mientras, rogaba que la palabra también estuviera en el diccionario de su viejo.
Por suerte la palabra de la discordia sí estaba, así que, por segunda vez, la puso en su tarea y además le contó a su maestra que la palabra figuraba en dos diccionarios, mas ésta no le creyó. Otra cruz sobre el orgullo.
La jornada escolar que siguió le trajo una sorpresa a la mocosa (término despectivo que los adultos usan para nombrar a las criaturitas insoportables). La silueta de un hombre conocido se dibujó detrás del vidrio de la puerta. Era la de su viejo que, como un héroe, interrumpió la tortura y le mostró a la señorita el cuaderno de tareas con un recorte de fotocopia pegado, en la que figuraba la palabra agüelo con su definición; y para ahuyentar toda duda, llevó el diccionario también.
Claro que la estudiante no escuchaba la conversación, pero cuando terminó la clase la maestra la llamó a su escritorio y le pidió disculpas por no creerle.
Con las disculpas aceptadas, la alumnita se fue con su palabra de diccionario y de pequeño triunfo, aunque siempre prefirió decir “abuelo”. (Agüelito dime tú).


(*Nota: la palabra “agüelo” no figura en la edición online de la Rae, pero sí en algún diccionario de quién sabe dónde, lo juro).

13 comentarios:

*Ene Deláa* dijo...

¡Qué linda historia! Me encantó como está contada.
A veces los maestros pecan de arrogantes frente a ciertas cosas.

Yo NO SOY Cindy Crawford!! dijo...

Yo me acuerdo que mi mamá decía esa palabra.
Pero en el diccionario que acabo de ver dice:
Agüelo: Abuelo, la.
WTF!

No te acordás qué significaba?

Yo a la que la odiaba era a la señorita Alicia, era una sucia.
Una vez, en una hoja me puso dos d.
Deficiente, deficiente.
Puta.
jajaja

Yo NO SOY Cindy Crawford!! dijo...

Ay qué tarada, sí significa abuelo.
jajaja
Lo que decía mi mamá era Agüero.
jjajajaja.
Bueno che!
Estoy enferma :S

Mente Ridícula dijo...

jajaja, pajaro de mal agüero, se. Jajaja, sí, creo que tenían 0 vocación algunas señoritas.

Ivy dijo...

exijo pruebas!!!

(hoy estoy ortiva, mañana te leo de nuevo y te digo q me encantó la historia :P)

Corto Maltes dijo...

Muy bueno, es que algunas "señoritas" son cualquier cosa menos maestras. SI nos pusieramos a pensar en que manos dejamos a nuestros hijos a diario...

Chukulo Helpame dijo...

Bueno, a mí no me extraña la historia, porque me pasan cosas similares a menudo en mi ámbito de trabajo. Hace no mucho escribí "fluido" para no repetir la palabra "gas" en un texto, y una correctora altanera me tachó el término con la aclaración de que fluido no era sinónimo de gas. En mi caso, yo sí invito a cualquiera que busque la palabra "gas" en el DRAE, o en cualquier diccionario de sinónimos. Bexos.

krebs dijo...

nena, ta regüeno el cuento del agüelo. me gustó mucho. Sabes? yo me crié en Tafí viejo y también fui a un colegio de guardapolvos celestes jaja. la maestra se parece a una que yo tenía cuando chica. Sos pelirroja?

Mónica dijo...

Hola me encantó tu blog y tu historia.

Bsss. nos vemos ¿si?

Anónimo dijo...

m.r.
a esa no la conocía, de haber vivido tu agÜela vitoria se le hubiera estirado el rodete, realmente bestia la srta estela...tu abuela le hubiera dado una buena lección
fifí

el Rafa dijo...

Me gusto mucho como contaste la historia. Además me imagino que a esa edad eso fue como un triunfo más que mayúsculo!!!

Anónimo dijo...

cuando no shikita haciendo kilombo desde la infancia aajajaj, bien hecho, maldita srita. estela! jajaj, un abrazooo
GF

Lulu dijo...

En el Clave (Diccionario de Uso del Español actual) figura como un "vulgarismo" para "abuelo".

Y tu historia me recordó la mía en el 5to grado, cuando nos mandaron a dibujar "platos y procedimientos culinarios". Una chorrada absurda de no sé qué materia... y para ilustrar el método de cocción "baño de María" puse una "salsa Bechamel".

La maestra me la tachó y me anotó "sartén". Mi mamá fue a hablar con la maestra y explicarle que por ancestros epañoles y algún resabio de cocina francesa, su madre preparaba así la salsa Bechamel, ella también y, por consiguiente, la chica (yo) no tenía otro referente y en mi caso era justificadísimo el asunto de pintar la Bechamel en el Baño Maria.

La vvieja, que tenía envidia de mis conocimientos, seguramente, no restituyó el punto que me separaba de la nota perfecta (20 puntos) y lo dejó como recordatorio de que ella era poderosa.

¿Tendrán problemas de autoestima los maestros de primaria? O de confianza, en todo caso, porque tampoco le creía a la chiquita de tu historia la maestra de su clase...